La imbecilidad intelectual
La cobardía exige un elevado grado de audacia. La estupidez requiere una no menor astucia. La imbecilidad intelectual: reunión perfecta de estas virtudes.
El método es fácil: simple entrenamiento. Se trata de ahogar dentro del sujeto las voces que quieren ir hasta el fondo. Se requiere audacia y astucia para eludirlas, descartarlas, reformularlas, hacerles decir otra cosa. Pero se logra.
Vivimos la época de la imbecilidad intelectual. Una cobardía elemental, esencial, íntima. Una estupidez vacuna que confía mucho más en los tonos y en lo permitido que en coherencia alguna.
El método es fácil: simple entrenamiento. Se trata de ahogar dentro del sujeto las voces que quieren ir hasta el fondo. Se requiere audacia y astucia para eludirlas, descartarlas, reformularlas, hacerles decir otra cosa. Pero se logra.
Vivimos la época de la imbecilidad intelectual. Una cobardía elemental, esencial, íntima. Una estupidez vacuna que confía mucho más en los tonos y en lo permitido que en coherencia alguna.
Leo a ciertos llamados intelectuales y la sensación es la de una gelatina con un aroma levemente repugnante (ni siquiera francamente repugnante, ni siquiera decentemente hedionda). Una gelatina parlante cuyo discurso eyacula leves burbujitas, indignaciones de enano, productos literarios que ya nacen descompuestos, banalidades formuladas como si fueran tratados venerables. Una toga cubre la raquítica desnudez intelectual de gente que cree sinceramente ser inteligente porque le han asignado ese papel: Ud. hará de Inteligente Oficial, su salario está fijado en...
Y no tiene que ser necesariamente demasiado dinero. No. La imbecilidad intelectual se considera a sí misma un premio. La lisonja masajea el adormecido músculo mientras se mantiene una expresión de austero desinterés.
Miran desde la tapa de una revista o de un libro de drugstore a la multitud de engañados voluntarios. Y quién sabe, quizás a algunas personas que dudan, que se preguntan confundidas si verdaderamente esas son la luminarias de nuestro tiempo, si es realmente esa la única verdad, si es cierto que no podemos salir de esta miseria satisfecha.
Quizás haya que empezar a ejercitarse en la pronunciación de una hermosa palabra:
NO.